domingo, 29 de abril de 2018

FALLECIÓ A LOS 98 AÑOS EUGENIA CHUKIWANKA, DESCENDIENTE DEL EMPERADOR HUAYNA CÁPAC

Doña Eugenia Chukiwanka Ocharán (1920-2018). Foto: Leslie Searles.
En enero de 2010 conocí a doña Eugenia Chukiwanka Ocharán (13-1-1920 + 27-4-2018). Tenía unos lúcidos 90 años, las marcas de una buena educación, y vivía entre Juliaca y Arequipa. Una versión de esa conversación fue publicada por El Comercio y ahora, después de su reciente partida, quiero rendirle homenaje a ella y a la increíble memoria que guardaba, publicando la entrevista completa.

Doña Eugenia no solo era una descendiente del emperador Huayna Cápac (ver su árbol genealógico al final). Ella era bisnieta del último cacique de Azángaro, Manuel Choquehuanca (1773-1849), un poderoso hombre del sur del Perú. Por lo inusual de la cercanía generacional ella fue quizás la única persona de la nobleza indígena en el Perú que guardaba recuerdos familiares que cubrían casi 200 años de historia republicana, y que pudieron darse a conocer.

Este linaje de descendientes de Huayna Cápac tradicionalmente había vivido en Puno donde fueron caciques de Azángaro durante casi 300 años, y la familia más rica del sur del país hasta que perdieron poder económico, político y social durante el siglo XIX e inicios del XX, como ocurrió con todos los nobles indígenas del Cusco.

Un aspecto interesante en la evolución de esta familia es su transformación política. De ser unos caciques extremadamente fieles a la corona española pasaron a convertirse, uno de ellos, en prócer de la Independencia (José Domingo) y otro, Francisco, en líder indígena y padre de doña Eugenia. Aquí la conversación que sostuvimos entonces.

Don Francisco Chukiwanka Ayulo con su familia, ca. 1930. Fuente: colección privada.
Su padre fue un líder indigenista en Puno (Pucará 1877 – Lampa 1957).
Sí, y fue perseguido. Hasta el presidente Sánchez Cerro lo deportó porque decía que tenía ideas revolucionarias. Él era indigenista, quería al indio en una época cuando se consideraba que era lo más bajo.

¿Por qué eligió su padre esa vocación?
Él se sabía descendiente de incas y eso le llevó asumir la defensa del indio. Todavía me acuerdo cuando caminábamos del pueblo a la hacienda, en el camino él siempre saludaba con mucho respeto a los indios y yo me molestaba con eso, porque era muy niña y seguramente pensaba que el campesino era inferior.

Mucha gente pensaba así en esa época…
Bueno, por ejemplo, aquí en Arequipa cuando se recibió de abogado le suspendieron la tesis porque le dijeron que estaba a favor del campesino. En un momento el rector le preguntó ‘¿usted cree que el indio puede superarse?’ Sí, le contestó. Creo. Y la prueba la tengo en usted, le dijo al rector. Y ahí le echaron. Por eso se fue hasta Lima a sacar el título de abogado.

¿Conoce el significado de su apellido?
Choquehuanca es un apellido indio y antes de la llegada de los españoles el apellido era Chuquihuanca. ‘Chuqui’ quiere decir oro y ‘huanca’ columna, que después se españoliza porque los españoles no lo podían pronunciar bien y se convierte en Choquehuanca. Pero mi padre le vuelve a cambiar la ortografía a Chuquihuanca, y después en su nuevo alfabeto quechua a Chukiwanka.

A mí me da la impresión que en Perú la gente no sabe mucho qué pasó con los incas después de la Conquista.
Es que los exterminaron.

Pero usted está aquí.
Ah, bueno… es que no desciendo ni de Huáscar ni de Atahualpa, cuyas familias sí exterminaron, sino de Huaco Túpac [Cristóbal Paullu Inca], que logró escapar.

Durante la colonia en Cusco había todavía muchos descendientes de los Incas…
Los incas tenían que apoyar a los españoles para no ser exterminados. Esto pasó con Diego Choquehuanca*, que estaba en contra de la revolución de Túpac Amaru, porque no había otra opción. De lo contrario, nos mataban. Así que no nos exterminaron del todo. Parece que existe un poquitito y usted ha descubierto eso [sonríe].

El emperador Huayna Cápac, según dibujo de Guamán Poma de Ayala.
¿Y en su casa también se contaban historias de su bisabuelo Manuel Choquehuanca, el último cacique de Azángaro (1773-1849)?
Sí, él fue el último cacique, padre de doña Manuela, mi abuela. Recuerdo que me contaban que era un tipo que estaba más con el indio. No como su abuelo Diego, quien no quiso apoyar a Túpac Amaru y protegió a los españoles. Su hijo Manuel cambió.

Fue una época de mucho poder…
Durante el tiempo del cacicazgo tenían bastante dinero y muchas haciendas. Tenían un título y un escudo. Eran gobernadores pues. Muy buenos lujos, muebles de Inglaterra. La vestimenta era como el español, con sombrero y montera. Importaban semillas y ovejas de Europa. Tenían fiestas, eran personas importantes. Mientras tanto abajo estaban los indios, semi esclavos.

Después de perder el cacicazgo su bisabuelo siguió siendo poderoso…
Él se casó con doña Carmen Ayulo. La familia de ella también tenía dinero, decían que era de origen italiano y habían fundado un banco. Pero en el fondo a él le dolía haberse casado con una extranjera y decía: ‘Lo único que siento es haber mezclado mi sangre con un ajeno’. Y decía que debió casarse con otra descendiente de incas.

Pero esa unión enriqueció más a la familia...
Su hija, mi abuela Doña Manuela Choquehuanca Ayulo, heredó la hacienda Picotani en Azángaro y dos haciendas en Bolivia: Duraznillo y Humasani, que tenía varios climas, costa, sierra y selva. Importaba las muebles de Inglaterra. Ella tuvo ocho hijos y su fortuna desapareció al dividirse todo con las herencias. Murió a la edad de 91 años en Arequipa, en 1925. Lo único que heredé fue su piano. Al final la reforma agraria terminó de quitarnos lo poco que quedaba.

Usted viene de esa rama...
Doña Manuela se casó con un Paredes, un cónsul de Bolivia. Tuvo cinco hijos, 2 hombres y 3 mujeres. Después con el abogado Bernardo Miranda tuvo a mi tía Julia, tía Isabel y a mi papá. Pero mi tía Isabel no usaba el Choquehuanca, si no Ayulo. Eugenia Paredes, unas de las hijas de su primer compromiso fue mi madrina de bautismo. Mi padre había querido ponerme nombres incas pero ella dijo que no, que solamente lleve su nombre. Así que soy Laura Eugenia, por mi madre y por ella.

La casa de la familia Choquehuanca en Lampa, Puno, donde creció Doña Eugenia.
En su momento fue una de las mejores casas del lugar. Foto: R.Elward.
¿Cuál es el primer recuerdo de su niñez?
Nací en Lampa. Mi niñez la pasé en el campo, en la propiedad que teníamos, en ese entonces a un km de la ciudad. Ahí viví tres culturas y tres religiones: la del indio, la pachamama; la católica, que era de mi madre; y la de mi papá, que era libre-pensador. Yo he amalgamado las tres a mi modo y a mi manera.

¿Usted conocía desde siempre el pasado de su familia?
Desde niña mi papá nos decía que éramos descendientes de los incas. Pero no hacía publicidad de eso porque él era un rebelde y estaba contra el orden social de la época.

¿Eso tuvo algún impacto en su niñez?
Yo hice la secundaria en Lima, en el colegio Dalton, que habían fundado los hermanos José Antonio y Enrique Encinas, amigos de mi padre. Como ellos sabían que yo era de esa rama, en el colegio se enteraron y mis compañeras me molestaban. Me llamaban ‘princesa’, y una adolescente no se siente halagada cuando te preguntan ‘dónde está tu capa, por qué no has traído tus plumas’.

¿Cómo reaccionó ante eso?
Lo combatí estudiando el doble y contestando todas las preguntas. Yo sabía mucho y eso les daba vergüenza, que una sepa mejor que las limeñas. Ahora no les enseñan nada a los jóvenes. La educación está mal, se copian todo, antes era memorista, pero muy buen conocimiento.

Pero usted sabía que era descendiente de los Incas.
Sí lo sabía, por mi padre. Pero hay que saber más porque todos son leyendas, como los hermanos Ayar, que no es realista. Pero es necesario conocer de dónde venimos.

¿En esos años era difícil apellidarse Choquehuanca?
En mi familia sí. Mi tía Isabel no usaba el Choquehuanca sino Ayulo, y se lo cambió porque su hijo quería entrar la marina. Así que tomó el de Corrales Ayulo porque el apellido Choquehuanca era indio y en la sociedad de Lima no podías tener apellidos indios. ¡Dónde has visto en la Marina alguien con apellido Choquehuanca!

¿Qué significa su apellido para Ud.?
La persona hace al apellido y no el apellido a la persona. Yo estoy tranquila con mi apellido. De donde proviene, también sé qué significa. Me he hecho a esa idea desde chiquita, entonces para mí no es un problema. Pero sí ha habido y hay gente que se cambian de nombre, como de Quispe a Quimper, y muchos así.

¿Qué cree usted que su familia significa para el Perú?
Es una familia con un significado para el país. Ha sido la familia más visible desde el discurso de José Domingo Choquehuanca. Y ha habido de todo, abogados, doctores, luchadores, y han tenido bastante influencia en la historia peruana. Todos han querido hacer algo, siempre han intervenido en la historia, ya sea a favor o en contra.

Prócer de la Indepedencia: José Domingo Choquehuanca. Imagen: Google.
¿Y después de la secundaria se quedó en Lima?
Allí estuve cinco años y después estudié Ciencias Humanas y Letras en tres universidades: en Lima, Cusco y Arequipa, porque mi padre era muy inquieto en cuanto a mi formación, y al final me dediqué a la enseñanza de Historia y Geografía.

¿Qué piensa usted de Lima?
Antes en Lima había gente culta, la cámara de senadores y diputados. La mayor parte era gente culta, gente con una profesión. Ahora dígame, ¿quiénes van al Senado? Quién va a formar este grupo. Gente que no saben hablar, no tienen educación. Está muy mal ahora.

¿Habla quechua?
Siempre en mi infancia estuve rodeada de campesinos, he vivido con ellos por eso hablo perfectamente el quechua, y el aimara sé pero no mucho.

¿Cree que hay que ser bilingües?
Yo pienso que es importante que la gente sepa algo de quechua. El campesino siempre piensa en su idioma materno y habla el castellano. Ahí en la hacienda que teníamos me decían: ‘yo hago hablar al libro pero lo único que no sé es lo que quiere decir’.

¿Habría que enseñar quechua en los colegios?
Es necesario enseñar en los colegios secundarios, juntamente con el inglés que es el idioma universal, para poder interpretar la historia y el alma del campesino. Eso no ocupa mucho campo. En la tesis que presenté para profesora hablaba sobre la necesidad de la enseñanza del quechua en la escuela secundaria, porque tienen que saber y que se sepa como cultura.

¿Y usted cree que la gente hoy debería saber más de esa época?
Yo creo que en Perú falta una persona que investigue de dónde vienen los incas. Hay que conocer más de nuestros orígenes.

Palacio de Huayna Cápac en Urubamba, Cusco. Foto: R.Elward.
¿El imperio inca debió continuar?
Para qué retroceder en el tiempo. No vale la pena. Lo que sí es que no debió desaparecer de esa manera, con tanta crueldad. De niña nos sentíamos hermanos con los antiguos, pero para qué recordar.

Hubo un intento de volver a instaurar el imperio.
Hubo varios. Uno de esos fue a principios del siglo XX, en Puno, cuando un señor, Clodomiro Rodríguez, quiso levantarse y que mi padre asumiera el trono. Pero él no estuvo de acuerdo con eso y decía “cómo puedo ser heredero si no estoy reclamando nada”.

¿Y siente en usted un legado inca?
Los incas supieron gobernar y tenían su lema “No seas ladrón, no seas perezoso, no seas mentiroso” y eran disciplinados con eso. Y algo de eso siento que yo tengo porque me gusta enseñar, gobernar. Por eso a mi edad sigo siendo capitán de mi propio barco. Algo he heredado.

¿Cómo le gustaría que la gente recuerde a su familia?
Le gente necesita recordar más, como que mi padre abrió una escuela particular en su propiedad. Fue un auténtico defensor indigenista. Los Choquehuanca han hecho algo para tener un espacio en la historia, José Domingo y Francisco. Mi padre porque era descendiente de los incas tomó la defensa del indio y sufrió mucho por ello.

¿Cree que el país tiene una deuda con su familia?
De una manera indirecta, quizás, porque los Choquehuanca siempre han participado en la historia. Le hemos dado prestigio al país, pero no hemos recibido un reconocimiento. Es una deuda que no se puede pagar.

¿Doña Eugenia, se siente peruana?
Yo me siento cosmopolita. Como dice González Prada, “donde me estrechen generosas manos, donde me arrullen tibias primaveras, ahí veré mi patria y mis hermanos…” Soy cosmopolita, no hay nada que hacer. Hay que amalgamar las culturas. Eso es lo mejor. …..

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Árbol genealógico de Doña Eugenia Chukiwanka Ocharán

Nota: Este jueves 3 de mayo daré una charla sobre los descendientes de los Incas en el Centro Cultural Garcilaso de la Vega. Más información haciendo clic aquí. Están invitados todos.

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* Diego Choquehuanca Huaco Túpac Inca (Cácique de Azángaro, 1705-1792), llegó a tener 11 haciendas, un palacio en Azángaro, 100 mil cabezas de ovino, 20 mil vacas, 10 mil alpacas y llamas. Él protegió a los españoles contra la rebelión de Túpac Amaru porque la posición de los caciques dependía de la corona. Su nieto, José Domingo, fue Prócer de la Independencia.

Hacer clic aquí para ver la entrevista publicada por El Comercio en marzo 2011.